Tres maneras de entender la salud:

La forma en que entendemos la salud determina cómo la cuidamos. Desde el enfoque tradicional de la medicina hasta las corrientes holísticas y espirituales, cada paradigma nos ofrece una visión distinta de la enfermedad y la sanación.

Pero en esta diversidad de enfoques, muchas veces nos encontramos en extremos opuestos: o confiamos ciegamente en el sistema biomédico, delegando nuestra salud en la industria farmacéutica, o caemos en una espiritualidad difusa donde cualquier terapia parece válida sin el más mínimo cuestionamiento.

El problema no es el paradigma en sí, sino cómo lo usamos. La clave no está en elegir un solo enfoque, sino en asumir un rol activo en nuestra salud, integrando cada paradigma con discernimiento.


Paradigma Biomédico: ciencia, industria y fragmentación

Este es el paradigma dominante en nuestra sociedad. La medicina moderna, basada en la ciencia y la evidencia, ha logrado avances innegables: vacunas, cirugías de alta precisión, antibióticos y tratamientos que han salvado millones de vidas. Cuando se trata de urgencias y enfermedades graves, no tiene competencia.

Pero la realidad es que la medicina actual no está diseñada para promover la salud, sino para combatir la enfermedad. Su enfoque es reactivo, no preventivo, y muchas veces se reduce a tratar síntomas sin abordar sus causas reales.

Y acá entra en juego algo clave: el sistema capitalista y la industria farmacéutica. La medicina, aunque se basa en la ciencia, también es un negocio. Se invierten miles de millones en desarrollar y vender fármacos, mientras que el estudio de la prevención, la alimentación o el impacto emocional en la salud recibe un interés mínimo. ¿Por qué? Porque no es rentable.

Los médicos, en su mayoría, son formados dentro de esta lógica. No para ayudar a prevenir, sino para medicar. No se los educa para ver al ser humano como un todo, sino para especializarse en áreas fragmentadas. Si alguien tiene dolores de cabeza, irregularidades menstruales y problemas digestivos, en este paradigma debe consultar a tres especialistas distintos (neurólogo, ginecólogo y gastroenterólogo), cada uno con su propia medicación para el síntoma de su área. El problema es que ninguno va a preguntarse qué tienen en común todos esos síntomas o si responden a una misma causa.

Así funciona el modelo biomédico: basado en la ciencia, pero atravesado por la industria, y con una mirada fragmentada del ser humano.


Paradigma Holístico: el cuerpo como un sistema integrado

A diferencia del enfoque biomédico, que se centra en la enfermedad, el paradigma holístico pone el foco en la salud y la prevención. Entiende que el cuerpo es un sistema donde todo está interconectado: emociones, alimentación, estilo de vida, contexto social y relaciones.

Este paradigma se basa en la idea de que si le damos al cuerpo lo que necesita (nutrición adecuada, movimiento, descanso, gestión emocional), tiene la capacidad de autorregularse y sanar. Se apoya en disciplinas como:

  • Medicina integrativa (Andrew Weil) → Complementa la medicina convencional con hábitos de vida saludables y terapias complementarias.
  • Psiconeuroinmunología (PNI) → Explora cómo el estrés, la alimentación y las emociones afectan el sistema inmune.
  • Osteopatía y Medicina Tradicional China → Consideran al cuerpo como un sistema interconectado donde los síntomas reflejan desbalances energéticos.

Este enfoque permite abordar la salud de manera más amplia, pero también tiene sus riesgos: cuando se convierte en un dogma anti-ciencia. Hay quienes, en nombre de lo “natural”, rechazan toda la medicina moderna, lo cual puede ser peligroso en ciertas condiciones médicas.

Lo importante es entender que cuidar el cuerpo de forma integral no está en contra de la medicina, sino que puede trabajar en conjunto con ella.


Paradigma Espiritual: la enfermedad como mensaje del alma

Más allá de lo físico y lo emocional, hay quienes ven la enfermedad como una manifestación de conflictos más profundos, a nivel álmico o espiritual. Según este paradigma, los síntomas pueden ser la forma en que el cuerpo expresa lo que no estamos viendo o aceptando en nuestra vida.

Desde esta mirada, la enfermedad no es un error, sino un mensaje, una oportunidad para tomar consciencia de algo que necesitamos transformar.

Este enfoque se encuentra en disciplinas como:

  • Biodescodificación → Relaciona síntomas físicos con conflictos emocionales no resueltos.
  • Constelaciones familiares (Bert Hellinger) → Explora patrones heredados que pueden reflejarse en la salud.
  • Psicología transpersonal (Stanislav Grof, Ken Wilber) → Aborda el desarrollo de la conciencia como parte de la sanación.

Pero así como en el paradigma biomédico la medicina está controlada por la industria farmacéutica, en el espiritual también hay mucho marketing, superficialidad y falta de formación seria. Hoy en día cualquiera puede hacer un curso de un fin de semana y autodenominarse “sanador”, sin ningún tipo de marco teórico sólido detrás. La espiritualidad no puede convertirse en un negocio vacío, y lamentablemente, muchas veces lo es.

Por eso es clave tener discernimiento. No todo lo espiritual es válido, así como no todo lo científico es verdad absoluta.


Mi experiencia integrando estos paradigmas

En mi vida personal, trato de ser práctico con respecto a los hábitos que determinan mi salud. Sigo a referentes como Andrew Huberman (neurobiólogo de Stanford), que propone cinco pilares fundamentales: sueño, nutrición, ejercicio, ritmos circadianos y vínculos humanos. También integro suplementación con omega 3, creatina, magnesio y hongos adaptógenos, según lo que necesite en cada momento, y recurro a la osteopatía biodinámica cuando siento que mi cuerpo lo requiere.

A nivel espiritual, suelo acudir a terapias holísticas para trabajar patrones inconscientes que no siempre se pueden abordar desde el razonamiento. Me han resultado valiosas las constelaciones familiares, las sesiones de armonización energética (por períodos cortos y con terapeutas de confianza) y otras prácticas. Siempre elijo a mis terapeutas por recomendación, porque así como creo en el poder sanador de estas herramientas, también sé que no todo lo que brilla es luz.

A lo largo de los años también experimenté con meditación, Reiki, temazcales, ceremonias con medicinas de la tierra y viajes chamánicos, entre otras prácticas. 


¿Con cuál me quedo? Con los tres.

Cada paradigma tiene algo valioso que aportar, pero ninguno es completo por sí solo. El problema no es la medicina, lo holístico o lo espiritual, sino la incapacidad de integrarlos con criterio.

Sanar no es solo eliminar síntomas. Es entendernos como un todo, vivir en coherencia con quienes somos y qué necesitamos en cada momento, es aprender a tomar decisiones que nos acerquen a una salud plena, sin polarizarnos ni tomar partido en discusiones que dividen o intentan imponer una mirada sobre la otra. Habrá personas que elijan 1 paradigma y fin, y quien soy yo para juzgarlos? Cada uno elige y accede según su historia, sus creencias, su cultura, y eso no es algo comparable ni cuestionable.